Hay distintas opiniones. Personalmente tengo claro que para ser fotoperiodista de guerra necesitas vocación, tener ganas de mostrar al mundo lo que sucede en otros lugares menos favorecidos o en zonas de conflicto, porque nadie aguanta ni físicamente, ni sobre todo psicológicamente esas condiciones por obligación. Sobre todo necesitas valor, valor para dejar tu casa, familia y amigos. Valor para arriesgar tu vida por contar al mundo lo que está pasando, y ponerte para ello en primera línea en un conflicto armado, zonas de catástrofes, hambrunas o enfermedades. Y esto me lleva a hacerme otra pregunta, ¿que se obtiene a cambio? es decir, ¿que gratificación personal encuentras en todo esto que te anime a continuar en esta profesión?
Quiero pensar que el hecho de que el mundo conozca lo que ocurre a través de tu cámara, ya es una gratificación en sí misma. Y si con esa foto consigues cambiar algo, o ayudar en algo por poco que sea a la gente que está delante del objetivo, es mucho mayor aún. ¿pero consiguen estas fotografías ese efecto? ¿o ya estamos en cierta manera inmunizados, debido a la cantidad de ellas que ocupan los medios de comunicación diariamente?
Mike Wells. Uganda, 1980 |
Eddie Adams. Saigón 1968 |
Nick Ut. Vietnam, 1972 |
Kevin Carter. Sudán, 1994 |
Emilio Morenatti. Pakistan, 2008 |
Samuel Aranda. Sierra Leona, 2014 |
En vez de plantearnos la ética de estas fotografías y la de los fotógrafos, creo que deberíamos plantearnos porqué siguen ocurriendo los hechos que vemos en las fotos. ¿Dinero?, ¿Interés? y sobre todo ¿A quién benefician? ¿Quién gana con todo esto?